viernes, 9 de enero de 2015

Crónica en epígrafes sobre el Poder aterrado


Raimundo tiene 70 años y ya ha olvidado cuanto tiempo hace que está aquí, en el Zócalo, sacándole fotos a los turistas por $60. Recuerda otras épocas convulsionadas, pero pocas tan injustas,  Atrás suyo se ven algunos de los 1.200 policías federales que custodian la zona, totalmente cercada. "Los políticos tienen mucho miedo de que el pueblo se levante", dice.
No soy fotógrafo. Cualquier compañero reportero gráfico lo hubiera hecho mucho mejor y no necesitaría contar nada sobre sus tomas. Apenas tengo una camarista de periodista desorientado. Entonces, mejor contar al pié.




Juan es uno de los tantos organilleros que andan todos los días por el sector histórico del DF. Hay muchos como él, reunidos en la Agrupación de Organilleros de México. Usan uniforme para que se los identifique y que las policía no los corra. Su instrumento remite melodías clásicas mientras el pide  que los caminantes pongan alguna moneda en su gorra. Atrás suyo también hay policías. Atrás de todo el mundo, casi. El acento extraño y mi bolsito con la imagen del Che me delantan y Juan, instintívamente, hace la V para la foto.  


Contra la pared de uno de los antiguos edificios de el Zócalo, la música se refugia. Al lado 40 policías con cascos, escudos y armas, esperan por una posible manifestación que ni siquiera está anunciada,


Otro edificio, otros 150 policías en la misma zona, mientras México va a su trabajo. La cámara los incomoda.


La Casa de Gobierno, cercada por una decena de vallas de metal y el tráfico cortado 200 metros a la redonda. No ocurre nada especial. No hay protestas ni reuniones importantes que haya convocado Enrique Peña Nieto. Pero el miedo a perder el poder no es zonzo. 


Ahí nomás, a 100 metros del edificio donde se refugia Peña Nieto, el edificio de la Corte Suprema de Justicia de México. El paisaje es el mismo: Policías como para hacer dulce, vallas, tráfico cortado, choferes y custodios de traje y las enormes camionetas de los funcionarios.


También en el Zócalo pero en la otra punta, frente a la Catedral y como todos los días, una veintena de plomeros, gasistas y albañiles tratan de conseguir algún cliente para ganarse el pan del día. Hoy están solos, ya que los vendedores ambulantes no se llevan bien con los uniformados, pero normalmente comparten su espacio con ellos.


Y en la plaza, a pesar que las festividades navideñas ya han pasado y las vacaciones de invierno han concluido hace uno par de días, el Gobierno la mantiene ocupada con adornos y juegos foráneos. ¿Pistas de patinaje y toboganes de hielo en pleno DF? Cosa rara. Hasta hace unos días, todavía esto era un hormiguero de niños jugando. Ahora son unos pocos. Pero la clave es mantener el Zócalo ocupado... por las dudas.


El mismo lugar, desde otro ángulo. Todavía quedan resabios de la manifestación de 200.000 personas reclamando por la aparición con vida de los normalistas.Atrás, los adornos navideños de Peña Nieto.


Y por las dudas, refuerzos y más refuerzos. Mejor prevenir, antes que tener que salir corriendo. O en helicóptero.

1 comentario:

  1. ¡¡Vaya si es anestésico el poder!! En medio de las parcelas sembradas de muerte ¡¿tienen "cara" para festejar la navidad?!

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