Quiénes son los ideólogos de la masacre. Los días previos. El motivo. La secuencia. Las hipótesis.
México – 03/01/2015
Es parte de
una historia incompleta. A pesar de que hay muchos datos y testimonios que la
abala, no deja de ser parcial y aún conserva muchos detalles oscuros. Los
padres de los 42 normalistas que permanecen desaparecidos y de los 4 que fueron
asesinados, insisten en que todavía sus hijos están vivos y posiblemente
secuestrados y detenidos por el Ejército mexicano. No pueden corroborar esto
porque, entre otros detalles increíbles, arbitrarios y dictatoriales, sus
abogados no han podido tener acceso al expediente ni a las declaraciones que se
han incorporado a él. Pero, por ahora y hasta que aparezcan, esta es la única
versión de los hechos ocurridos la noche del 26 de septiembre en Iguala,
Guerrero, y de los días previos y y las horas posteriores.
1 - Los protagonistas
José Luis Abarca
José Luis Abarca asumió como alcalde
de Iguala en 2012. Coqueteó con todos los partidos. En Iguala (tiene cerca de 120.000 habitantes y es el tercer municipio más importante de
Guerrero) los políticos cambian de partido como de calzones.
Abarca era un desconocido para el
ambiente político y su llegada al poder hubiera sido una sorpresa si no se
tiene en cuenta que su candidatura fue impulsada por Lázaro Mazón, que ya había
sido alcalde dos veces. En plena campaña política ya se decía que darle el
sillón a Abarca, era dárselo al crimen organizado y se argumentaba, con razones
de sobra, que la relación entre este y el narco era su esposa María de los
Ángeles Pineda, hermana de tres hombres integrantes del cártel Guerreros
Unidos, también integrado por su padre, Salomón Pineda. De los hermanos, solo
sobrevive uno, ya que los otros cayeron abatidos entre enfrentamientos entre
cárteles, mientras que su padre está preso.
El único sobreviviente y libre es
su hermano mayor, aunque está prófugo, con pedido de captura.
Abarca asumió su cargo en diciembre de
2012 y su gestión fue poco transparente desde el comienzo. Integrantes de su
mismo partido lo acusan, con fundamentos y datos probados, que apenas asumido
nombró a 11 parientes directos en puestos claves, lo que significa que la
familia se lleva mensualmente el 2% del presupuesto municipal a sus casas.
Ya como alcalde, hay dos homicidios
que se le atribuyen a Abarca, uno como ideólogo y otro como ejecutor directo.
Justino Carvajal Salgado, miembro del
mismo partido y que estaba molesto con la candidatura de Abarca, apareció
muerto a balazos pocos días antes de que asumió en nuevo alcalde. La justicia
local, que también es independiente de la nacional como cada estado y
municipio, no avanzó en la investigación, pero para los investigadores
federales recién ahora, cuando Abarca ya está mencionado como autor intelectual
de la masacre de los normalistas, sostienen que el funcionario ordenó el
asesinato de Salgado.
El segundo homicidio que se le
atribuye a Abarca es el de Arturo Hernández Cardona. Este hombre era un
activista social con peso político y que tenía contacto fluido con la Escuela
Normal Rural Raúl Isidro Bustos.
Hernández había realizado algunas
denuncias públicas porque, desde que asumió Abarca, los aportes estatales para
la escuela no llegaban o aparecían con mucho retraso. En el expediente que
investiga el caso de los normalistas hay testimonios que indican que María de
los Ángeles Pineda le había advertido a Hernández que “no sabía con quién se
metía”, y que “se lo iba a llevar la chingada”. Esa amenaza se concretó a los
pocos días, según informes de la Procuración. Abraca ordenó secuestrar a
Hernández Cardona y él mismo lo ejecutó. Un testigo declaró que el alcalde dijo
que “así como él (Hernández) se dio el gusto de pintar mi ayuntamiento, yo me
voy a dar el gusto de matarlo” y después le disparó a quemarropa. Luego ordenó
que lo tiraran en una fosa que ya había hecho cavar con anticipación.
A raíz de este homicidio, que nunca se
dio por aclarado hasta ahora, cuando ya Abarca está acorralado por el caso de
los estudiantes, los normalistas de Ayotzinapa se manifestaron frente a la sede
de Gobierno de Iguala e hicieron pintadas. Abarca les juró venganza.
Pero además de sus acciones
criminales, el ahora destituido y detenido alcalde de Iguala, no puede explicar
su vertiginoso enriquecimiento en estos dos años. Pasó de ser dueño de un
negocio de comidas al paso, a ser el titular de 90 propiedades en Iguala, Puebla,
Morelos y el Distrito Federal. Algunas están a nombre de Abarca, otras a nombre
de sus hijas y las restantes figuran como propiedad de Abarpin S.A., la
sociedad que formó con su esposa. Trece de esas propiedades son casas de
joyería y la más costosa, de 300 millones de pesos, es el principal centro
comercial de Iguala. El terreno donde fue construido este complejo comercial
fue “donado” por la Secretaría de Defensa del mismo municipio.
Las Policías y el Ejército
Policía Municipal
Como cada municipio de México, Iguala
tiene su propia policía. Sus integrantes portan armas largas y cortas y poseen
sus propios móviles. Responden directamente al alcalde y su poder es absoluto
dentro de su territorio.
En el caso de la masacre de los
normalistas, la Policía Municipal de Iguala y la de Cocula, un municipio
vecino, tuvieron directa participación en los hechos.
Actualmente hay 60 efectivos de Iguala
detenidos por este caso y varios de ellos formaban parte de la custodia
personal de Abarca y de su esposa y también eran sus choferes.
Además varios de ellos ya tenían
condenas por homicidios y estaba probada su vinculación con los grupos narco,
que las tiene totalmente captadas, especialmente a la de Iguala y la de Cocula.
Policía Federal
La Policía Federal tiene jurisdicción
en las carreteras nacionales y acciona en el resto del territorio cuando lo
ordena el Gobierno Nacional.
En los días previos al 26 de
septiembre, había tenido algunos cruces con los normalistas de Ayotzinapa, que
habían estado realizando actividades de militancia en las rutas de la zona.
Hay testimonios y comunicaciones
telefónicas que indican que participaron, o al menos tuvieron pleno
conocimiento de lo que estaba ocurriendo la noche de la masacre.
Ejercito
No hay referencias ciertas sobre sí
actuaron en el hecho, pero los padres de los normalistas desaparecidos aseguran
de que días antes los estudiantes habían sido amenazados por integrantes de esa
fuerza. Además algunos creen que los 42 desaparecidos están retenidos en algún
campo del Ejército.
Ayer (4 de enero) algunos informes de
expertos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) indicaron que
existe una gran probabilidad de que los cuerpos de los desparecidos hayan sido
incinerados en un crematorio de esta fuerza.
Guerreros Unidos
El cártel Guerreros Unidos es un
desmembramiento del Beltrán Leyva, desarticulado cuando murió su líder Arturo
Beltrán Leyva, “El Barbas”. Está en abierta guerra con otros cárteles de la
región: Los Evangélicos de la Familia; algunas facciones del cártel de Sinaloa;
y especialmente con “Los Rojos”, que también habían pertenecido al cártel de
Beltrán Leyva.
Todos esos se disputan el control de
las zonas de centro de Guerrero (Chilpancingo) y de Tierra Caliente (Iguala,
Taxco, Morelos y Estado de México).
El Estado de Guerrero muy codiciado
por estos grupos, ya que aquí se cultiva el 98% de la amapola del país, de la
que se obtiene la heroína. Un kilo de esta materia prima vale 300 dólares.
La guerra abierta y pública entre los
Guerreros Unidos y los Rojos, especialmente en la zona de Iguala, ha dejado ya
decenas de muertos y las montañas están sembradas de cadáveres. Mientras se
buscaban los cuerpos de los normalistas, fue encontrada una fosa con 30
cadáveres a pocos metros de la casa del líder de Guerreros Unidos, Gildardo “El
Cabo Gil” López (en los registros oficiales figura como “ganadero”), quien hoy
se encuentra prófugo por el caso de los estudiantes. La investigación de la
Procuraduría General de la República (PGR) entiende que la masacre de los
normalistas tiene relación con este conflicto ya que, según esa versión que los
padres desestiman, al Cabo Gil los policías municipales le dijeron que entre
los normalistas había Rojos y por eso los ejecutó, ya que estaba especialmente
enfurecido porque hacía poco tiempo ese cártel rival había acribillado a su
padre.
Los normalistas
La Escuela Normal Rural Raúl Isidro
Bustos fue fundada en 1920, junto a muchas otras de su tipo en el país. Hoy
tiene una matrícula que supera los 500 alumnos varones, que viven en la misma
escuela.
Es una carrera de 4 años para recibirse de maestros bilingües, que
enseñarán en lengua indígena (plenamente viva en México) y en castellano.
De esta escuela surgió Lucio Cabañas,
uno de los principales revolucionarios de este país.
Además de sus estudios específicos y
si lo desean, los normalistas pueden recibir formación política.
La mayoría de
los normalistas desaparecidos pertenecía a la Casa Activa, una agrupación donde
recibían esta formación.
Muchos de los 42 habían recién
ingresado en Julio pasado. Como iniciación, los habían rapado y los
alumnos de
cursos los estaban instruyendo en las actividades de la escuela.
La Normal no tiene director y su
destino lo resuelve un Consejo, formado por profesores y alumnos.
Debido a que
el aporte del Estado es insuficiente para alimentar y cubrir los gastos básicos,
los estudiantes salen a reunir fondos de otra forma. Le llaman “boteo”. Van a
las rutas y piden colaboración o interceptan a alguna camioneta distribuidora
de alimentos y la “secuestran”. Llevan
los alimentos hasta la escuela y luego devuelven el vehículo y lo dejan en la
Normal, para que vayan a buscarlo. En estos días había cuatro camionetas de
distintas empresas abandonadas allí.
De la misma forma también interceptan
colectivos, especialmente de larga distancia. Son aquellos que están fuera de
servicio y que los estudiantes usarán para movilizarse a diferentes puntos.
Esta es una situación difícil de entender desde afuera. Lo que ocurre es que el
Estado no quiere aportar más fondos a estas escuelas (incluso ha cerrado cerca
de 30 en los últimos tiempos ya que sabe que desde allí no surgirán ciudadanos
complacientes) y prefiere que cada una se sostenga como pueda.
Los choferes
Los choferes
de micros que trabajan en la zona están habituados a los “boteos” de los
normalistas. Algunos simpatizan con ellos y otros no.
Los
estudiantes por lo general le pagan al chofer las horas en que debe estar sobre
la unidad, para conducirlos a dónde ellos quieren y también les firman una
“carta de liberación”, donde dejan constancia dónde estuvo el micro y su
conductor durante ese tiempo.
Las compañías
de transporte dicen simplemente que estos casos son “robos y maltrato al
personal”.
Los choferes,
por su parte, sostienen que son las mismas compañías de transporte las que los
obligan a no abandonar la unidad y que luego les hacen descuentos de sus
salarios.
Para un viaje
de 5 horas, como es el que une el DF con Acapulco, las compañías destinan un
solo chofer por unidad que, además de conducir, ubica los bultos y controla los
pasajes.
Para un viaje
más largo, hay dos. Sin embargo el chofer al que le toca descansar va ubicado
en uno de los compartimentos inferiores del colectivo, donde va el equipaje. La
única diferencia es que ese cubículo tiene en la puerta una pequeña rejilla de
plástico, por donde entra el aire. Tirado en el suelo hay un colchón. El chofer
debe ir acosado. No hay otra forma.
2 - Los hechos
Los días previos
Unos días
antes, entre el 18 y 20 de septiembre, hubo un encuentro de estudiantes normalistas
de 16 escuelas rurales nucleadas en la Federación de Estudiantes Campesinos
Socialistas de México (FECSM) en
Amilcingo, localidad ubicada entre Morelos y Puebla, camino al DF. Esa reunión
tuvo el objetivo de organizar la manifestación que iban a realizar el 2 de
octubre, día en que se recuerda “La Matanza Tlatelolco”, ocurrida en 1968
cuando una manifestación estudiantil fue reprimida por las fuerzas federales o
ocasionó 300 muertes.
En el cónclave
Los normalistas decidieron que se movilizarían al DF y que partirían todos
juntos desde la Normal de Ayotzinapa. Eran muchos estudiantes y necesitaban
transporte para semejante movida. Allí mismo repartieron funciones y se decidió
que serían los normalistas de la Ayotzinapa los que se encargarían de conseguir
los micros necesarios.
El domingo 21
en la Normal Raúl Isidro Bustos se analizó el tema. Debían hacer boteo para
conseguir dinero para el combustible y también necesitaban reunir 25 micros.
El 22 un grupo
de normalistas salió de la escuela hacia la terminal de ómnibus de Chilpancingo.
Iban en un micro que ya habían retenido unos días antes. Allí lograron llevarse
dos colectivos de la empresa Estrella de Oro, los que trasladaron hasta la
escuela.
El 23 hicieron
el mismo operativo, pero esta vez los interceptó la Policía Federal, que los
obligó a devolverlos. No hubo incidentes en ese encuentro. Incluso los
estudiantes pudieron hacer un boteo en la ruta y reunieron algo de dinero.
El 24 la Policía Federal reforzó los
patrullajes y los estudiantes decidieron no salir de Ayotzinapa.
El 25, para evitar a los federales,
los normalistas decidieron cambiar de zona y se fueron cerca de Huitzuco, poblado
ubicado a unas dos horas de la escuela. Allí consiguieron otros dos micros y
otro poco de dinero.
Como el 2 de octubre estaba muy cerca
y todavía la cantidad de micros era escasa, decidieron que al día siguiente
irían más estudiantes al operativo. Sería más de 100. Para llegar a ese número,
sumaron a los estudiantes recién ingresados, a los que llaman “pelones” porque
ya estaban rapados y a los que no se les explicó qué era lo que iba a hacer. El
grupo estaría a cargo de seis estudiantes de segundo año y dos de tercero.
El 26 de septiembre los normalistas se
dividieron en grupos. El encargado general era Bernardo “El Cochiloco” Flores
Alcaraz, de segundo año. Todos en la Normal tienen apodos. Quienes lo
secundarían en el operativo era Los “El
Carrillas”, “El Fresco”, “El Pancita”, “La China”, “El Güero”, “El Chane”, “El Botitas”,
“El Marinela”, “El Copi”, “El Chicharrón”
y los “Kinder”.
Subieron a dos micros de Estrella de
Oro, que habían incautado los días previos, y salieron a las 15 hacia Chilpancingo.
Pero esta vez se toparon con la policía municipal, que los obligó a regresar.
Tampoco hubo incidentes en ese encuentro.
La masacre
A las 18 de
ese 26 los normalistas decidieron insistir. Volverían a las cercanías de Huitzuco,
donde les había ido bien. Salieron de Ayotzinaba en los micros 1531 y 1568 de
la compañía Estrella de Oro. Eran unos 100.
Cuando llegaron al lugar, se decidió
que uno de los grupos se desplazara hacia una caseta de peaje, cerca de Iguala,
y otro se quedaría allí pero más cerca de un restaurante cercano, donde suelen
estacionar los colectivos. El Cochiloco se quedó en este grupo.
El micro 1531 fue hasta la caseta de
Iguala y los normalistas comenzaron a botear. En eso apareció un micro de la
compañía Costa Line, interno 2513. Iba con algunos pasajeros. El chofer se
detuvo y subieron 10 normalistas, que le dijeron cual era el plan. El conductor
aceptó, pero les dijo que primero debía llevar a sus pasajeros a Iguala. Los
normalistas dijeron que si. Llegaron allí cerca de las 20. Ahora los
estudiantes estaban divididos en tres grupos.
En la terminal, ubicada 400 metros del
municipio, algo comenzó a funcionar mal. Bajaron los pasajeros y el chofer les
dijo a los estudiantes que lo esperaran dentro del colectivo. Y esperaron 15
minutos, sin que el conductor regresara. Un normalista quiso bajarse y se dio
cuenta que el chofer había trabado la puerta y los había dejado encerrados.
Había dado aviso a su compañía y esta había llamado a la Secretaría de
Seguridad Pública del municipio de Iguala. Era el comienzo de la masacre.
Uno de los estudiantes encerrados
llamó a Cochiloco y le avisó lo que pasaba. También llamó a la escuela, para
pedir ayuda. De allí salieron 20 normalistas más, que se dividieron en dos
colectivos de la misma escuela.
En ese mismo momento, en la terminal
de Iguala, comenzaron a aparecer los efectivos de la Policía Municipal que, por
ahora, estaba detrás de las rejas que la encierran.
Los 10 estudiantes encerrados en el
micro decidieron romper las ventanillas y salir. Entre tanto Cochiloco ordenaba
que el resto de los estudiantes abandonara el boteo y el intento de captura de
más micros y se fuera a la terminal, a ayudar a los 10 normalistas.
El micro Estrella de Oro 1568, que
llevaba al grupo donde estaba Cochiloco, llegó a la terminal a las 20.50. Los
normalistas bajaron y se unieron a los 10 que estaban allí.
En cambio el micro Estrella de Oro
1531 que estaba en la caseta de peaje se demoró. El chofer no conocía Iguala y
erró el camino y tardó en encontrar la terminal.
Las versiones dicen que ya allí se
escucharon algunos disparos, pero lo cierto es que la Policía Municipal optó
por retirarse, al ver a 90 jóvenes que no estaban dispuestos a retirarse.
Entonces los estudiantes decidieron
retomar el plan original y captaron otros dos micros de la empresa Costa Line: el 2012 y el 2510. Uno debía ser
conducido por un normalista, porque el chofer se había negado a hacerlo.
Entonces decidieron partir. Dejaron el micro que tenía la puerta trabada y los
vidrios rotos y se fueron con los otros cuatro. En cada uno viajaban unos 25
estudiantes. Se fueron por una de las avenidas principales de Iguala. Eran
pasadas las 21.
En ese momento un policía municipal,
que está probado también hace de “halcón” (campana, según el léxico argentino)
para Guerreros Unidos, le dio aviso de lo ocurrido al operador de radio David
“El Chino” Hernández, que trabajaba la Secretaría de Seguridad Pública
municipal y que también tenía contacto directo con el alcalde José Luis Abarca.
Hernández hizo correr la voz y también llamó a la Policía Municipal de Cocula,
municipio distante a unos 20 kilómetros.
A esa hora estaba terminando, a pocas
cuadras de la Terminal, una reunión que realizaba la esposa de Abarca, María de
los Ángeles Pineda, que tiene cargo político en la comuna. Abarca estaba con
ella.
Las informaciones de los primeros días sostenían que el objetivo de los
normalistas en Iguala había sido manifestar enfrente del edificio donde se
realizaba esa reunión. Ahora se sabe que no fue así.
Lo cierto es que, según consta en las
desgrabaciones efectuadas por la Procuraduría General, al enterarse de la
presencia de los normalistas en Iguala, Abraca dijo: “Porcedan”.
En tránsito en Iguala era caótico. Los
tres colectivos de los normalistas avanzaban muy lento y en fila: Estrella de
Oro 1531, Costa Line 2012 y 25210 y Estrella de Oro1568.
Del primero bajaron algunos
normalistas que intentaron abrir el paso y preguntar cómo salir más rápido de
la ciudad, ya que Iguala no era una ciudad que frecuentaran habitualmente.
El Estrella de Oro 1531, el primero de
la fila, logró girar por una calle con menos tráfico, pero los otros quedaron
en el embotellamiento.
De pronto aparecieron seis móviles de
la Policía Municipal. Los efectivos se bajaron frente a los tres colectivos
detenidos y comenzaron a disparar. Los primeros disparos fueron al aire. La
gente que estaba en la calle comenzó a correr. Los automovilistas se bajaron de
sus vehículos y también huyeron. Algunos de los normalistas gritaron que “¡no
nos disparen, somos estudiantes!” y otros se bajaron y comenzaron a tirarles
piedras a los policías. Un cascote rompió el parabrisas de un móvil.
Los policías ya no disparaban al aire,
ahora les apuntaban a los pies. Todavía había cierta distancia entre los dos
sectores.
La desbandada de gente había despejado
la calle y los estudiantes regresaron a los micros y retomaron la marcha. Los
patrulleros los comenzaron a seguir.
Hicieron así unos
1.500 metros, hasta que se tomaron con dos patrulleros atravesados sobre la
calle.
En tanto aquel
colectivo con estudiantes que había salido primero y había evitado toda esta
situación, de pronto se encontró con otra barricada, ya a la salida de la
ciudad. Había 10 patrulleros atravesados en el camino. Los estudiantes bajaron
y comenzaron a correr, pero fueron cercados por los policías.
Ya eran las 22.
Algunos testimonios
indican que uno de los policías gritó: “¡Ahora sí, pinches chamacos, a ver si
tienen muchos huevos!”. Los estudiantes se entregaron, pero uno de los policías
le lanzó una piedra y allí los normalistas decidieron responder. La lluvia de
piedrazos distrajo a los uniformados y los normalistas se dispersaron. Algunos
buscaron refugio en algunas casas cercanas y otros decidieron seguir corriendo,
mientras los policías continuaban disparando, ahora a matar.
Mientras tanto los otros tres
colectivos seguían rodeados por policías y llegaban más patrulleros.
Cuatro normalistas intentaron empujar
una de las camionetas policiales que bloqueaba el paso de los micros. Era muy
pesada y no lo lograban. Los policías disparaban a matar. Un proyectil impactó
en la cabeza de Aldo Martínez (19), un normalista de primer año. Pese al
impacto, todavía estaba vivo (hoy permanece internado en coma, en grave estado)
y sus compañeros comenzaron a gritar: “¡Pidan una ambulancia!”. Pero los
policías continuaron disparando.
En tanto los otros dos micros eran
rodeados por policías. Estaba oscuro y lloviznaba y casi no se veía nada. Los
normalistas del segundo colectivo, el Costa Line 2510, lograron correr hacia
las sombras y escapar. Eran las 22.50.
Los del tercer micro estaban tan
rodeados como los del primero.
Los estudiantes del tercer autobús, el
Estrella de Oro 1568, fueron llevados hasta la vereda opuesta y los hicieron
arrodillar. Uno de los policías le puso el caño de la pistola en la mejilla a Edgar
Vargas, normalista de primer año, y disparó.
Algunos de los estudiantes comenzaron
a ser subidos a las camionetas de la policía. Ya, a esa altura, comenzaron a
llegar algunos medios de comunicación a la zona, especialmente medios locales y
un corresponsal de televisa, con cámara en mano. Nada de todo eso fue
publicado.
En ese momento llegaron móviles de la
Policía de Cocula, cuyos efectivos bajaron ya disparando de las camionetas. En
ese momento murieron los normalistas Daniel Solís y Julio César Ramírez.
Algunos de los estudiantes que
escaparon lograron llevar a un compañero, Edgar Vargas, a un Hospital. El joven
tenía un balazo en la cara que le había destrozado la mandíbula. El primer
médico que los vio, en lugar de darle auxilio, llamó al 27 Batallón de
Infantería. Ya eran los primeros minutos del 27.
El herido y sus compañeros fueron
fichados y fotografiados cuando llegaron los militares a los pocos minutos,
pero no fueron asistidos. Incluso un normalista declaró que el que estaba a
cargo, les dijo: “Así como tienen huevos para hacer su desmadre, ahora tengan
para enfrentarlo”.
Varios de los normalistas que
escaparon, especialmente los que lo hicieron en grupo, pudieron refugiarse y
salvarse. Otros no y fueron detenidos. O peor. El normalista Julio César
Mondragón fue desollado vivo. Le arrancaron la piel, la nariz y los ojos. Un
compañero declaró que le hicieron eso porque escupió a uno de los policías.
En medio de la balacera un colectivo
de la empresa Castro Tours intentó escapar del lugar y también fue baleado por
la Policía de Iguala. El chofer, Víctor Manuel Lugo, murió instantáneamente.
También un pasajero: David García, un chico de 15 años que era jugador del
equipo de fútbol los Avispones, de Chilpancingo.
También un taxi recibió las balas y su
pasajera, Blanca Montiel, murió en el acto.
Los 43
Las versiones ahora se dividen. Los
padres de los 43 normalistas que desaparecieron esa noche, creen que los
jóvenes fueron entregados al Ejército en algún momento.
Pero el expediente oficial, al que no
han podido tener acceso los abogados de las familias, dice otra cosa.
En un momento el subdirector de la
Policía de Iguala, Francisco Salgado Valladares, subdirector de la policía de
Iguala, llamó al líder de Guerreros Unidos, el “Cabo Gil” López, quien pidió
que le llevaran a todos los normalistas que habían sido detenidos.
En algunas cámaras de seguridad
quedaron registros de que tres camionetas policiales realizaron ese traslado.
En una llevaban a cinco, en otra a
otros cinco y en otra a más de 30, amontonados uno arriba de otro en posición
horizontal. Algunas de esas camionetas eran de la Policía de Cocula. Hay
grabaciones telefónicas en donde quedó registro de las comunicación entre
policías de Cocula, Iguala y narcos de Guerreros Unidos, en donde se puede
seguir la ruta que utilizar para “sacarnos este paquete”.
La primer parada fue la casa de el “Cabo
Gil”, el líder de Guerreros Unidos.
Todos los normalistas fueron bajados y
atados y luego vuelos a subir, todos acostados, a dos camionetas. Según las declaraciones, a
partir de allí los que se encargaron de todo fue al gente de Guerreros Unidos.
Pero la versión está cuestionada.
De allí, en caravana junto a otras
camionetas, los normalistas fueron llevados a un basurero ilegal local,
conocido como “Hoyo del Papayo”. Es un profundo barranco, una especie de
quebrada, como los que hay muchos en la región. Lloviznaba.
Los normalistas fueron bajados al
borde del barranco. Al menos 15 de los normalistas ya habían muerto, asfixiados
por el mismo peso de sus compañeros que estaban sobre ellos. Uno de los
Guerreros Unidos que fue detenido por este hecho, declaró que “había unos 15
que ya estaban muertos”.
Dicen que el “Cabo Gil” los
interrogaba y les preguntaba si eran “Rojos”, los del cártel enemigo. Y
sostienen que al primero que mató el mismo, fue a Cochiloco.
Hay más de una versión sobre esta
última secuencia. La oficial dice que los normalistas fueron ejecutados y quemados
allí. Pero los datos científicos dicen que es imposible reducir los cuerpos a
cenizas de esa manera, a cielo abierto.
Para las familias de los normalistas,
la intención es culpar a Guerreros Unidos, ya que así el Estado se quita la
responsabilidad directa. Tampoco hay certezas de dónde fueron recuperados los
restos del cuerpo del único de los 43 normalistas que fue identificado.
José Luis Abarca dijo que se fue a dormir, apenas terminó la reunión que había tenido. Sin embargo hay registros probados de que durante la noche del 26 y la madrugada del 27 habló 35 veces por su celular, con miembros de la Policía Municipal. También hay 15 llamadas que se hicieron del teléfono de su mujer.
José Luis Abarca dijo que se fue a dormir, apenas terminó la reunión que había tenido. Sin embargo hay registros probados de que durante la noche del 26 y la madrugada del 27 habló 35 veces por su celular, con miembros de la Policía Municipal. También hay 15 llamadas que se hicieron del teléfono de su mujer.
No hay final. No lo habrá. No hasta
que se encuentren a los 43. No hasta que castiguen a los culpables.
* La información de esta nota fue reunida en el terreno, con testimonios y con archivos periodísticos de los medios locales, especialmente de la revista mexicana Nexos.
* La información de esta nota fue reunida en el terreno, con testimonios y con archivos periodísticos de los medios locales, especialmente de la revista mexicana Nexos.
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