Uno por uno, todos los estudiantes secuestrados y desaparecidos por los que reclama el mundo.
Las fotos están manchadas, rotas. Las marcas se ven como heridas
de los rostros de los estudiantes. Son todos de la región, de entre 17 a 33
años, pero la enorme mayoría ronda los 20 años. Quieren ser maestros en la
misma zona donde viven ellos y sus familias campesinas.
El grupo de los 43 normalistas desaparecidos está compuesto
por alumnos que cursaban el primer año y 20 de ellos también se habían sumado
al grupo de Casa Activista, un comité en el que los alumnos pueden ingresar de
manera voluntaria y en donde se les brinda formación política.
La Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos (ver aparte) tiene
una matrícula que ronda los 530 alumnos varones, con 40 profesores y 6
auxiliares. Los normalistas viven allí, en un buen edificio pero mal equipado. Las
habitaciones están totalmente desprovistas de muebles y apenas tienen unos
colchones viejos de goma espuma tirados en el piso.
Para este se utilizaron diversas fuentes de Internet, en especial del sitio Animal Político.
Foto: Alumnos de la Escuela de Cerámica de Fernanda Arranz, Buenos Aires, en apoyo a los 43 normalistas desaparecidos.
Para este se utilizaron diversas fuentes de Internet, en especial del sitio Animal Político.
Foto: Alumnos de la Escuela de Cerámica de Fernanda Arranz, Buenos Aires, en apoyo a los 43 normalistas desaparecidos.
Estos son los 43 alumnos que
fueron secuestrados y desaparecidos el 26 de septiembre.
Abel García Hernández tiene 19 años, pero su aspecto es el de un niño. Mide 1.62 y
es muy delgado. Es de Tecuanapa y su padre, un indígena campesino, trata de dar
detalles para que se lo pueda reconocer, si es que aparece. “Tiene una macha
detrás de la oreja derecha”, dice.
Abelardo Vázquez Penitel es de Atliaca y tiene 19 años. Solo él y su compañero
también desaparecido, Jorge Álvarez Nava, aparecen en la foto con saco y
corbata. Es serio, tranquilo y habilidoso jugador de fútbol. También es un gran
lector. Le dicen Abe y es integrante de la Casa Activa.
Adán Abraján de la Cruz es de Tixtla y tiene 20 años. Es de familia campesina, que
vive en el barrio El Fortín. Algún compañero lo recuerda porque jugaba al
fútbol con él en el mismo equipo barrial: Los Pirotécnicos.
Alexander Mora Venancio tiene 19 años y es del pueblo de El Pericón, del municipio
de Tecuanapa. Su padre dice que él tenía la firma decisión de ser maestro desde
hace tiempo y que antes de ingresar al Normal ayudaba en el trabajo rural. “El
es un buen muchacho”, dijo el hombre.
Antonio Santana Maestro tiene 20 años y no se especifica su pueblo de origen. Sus
compañeros lo bautizaron Copy, porque tiene una memoria prodigiosa. Con solo
leer una sola vez un texto o escuchar una idea, puede retenerla en su mente,
analizarla y replicarla con exactitud. Es un apasionado de los libros y estaba
tratando de aprender a tocar la guitarra cuando desapareció.
Benjamín Ascencio Bautista tiene 19 años y es de un pueblito cercano a Chilapa. Su
vocación de educador está muy definida, tanto que antes de ingresar al Normal
de Ayotzinapa fue voluntario del Consejo Nacional de Fomento Educativo. Le
dicen Comelón y sabía ponerse frente a sus compañeros para leerles y generar
debate sobre algún tema.
Bernardo Flores Alcaraz tiene 21 años y su origen no fue publicado. Es la única foto
de los 43 que no pertenece al legajo del Normal, fue suministrada por su
familia y por eso es el color y Bernardo está de perfil. “Es un muchacho
responsable”, cuenta su padre, que indica el joven tiene un lunar en el pecho
“como una manita de gato”.
Carlos Iván Ramírez Villareal tiene 20 años y no hay muchos datos disponibles de él. Dicen
que le llaman el Diablito, a pesar de que dicen que es tranquilo, de buen humor
y que le gusta hacer bromas, “pero no es un payaso, que se ríe de cualquier
cosa”.
Carlos Lorenzo Hernández Muñoz tiene 19 años y es de la Costa. Cuentan de él que es muy
humilde y amigable y que es uno de los más charlatanes del grupo. Sus compañeros
recuerdan que cierta vez vino una familia al Normal y pidieron donadores de
sangre. “El Frijolito (asó lo apodan) fue el primero en ofrecerse,
inmediatamente”, cuentan.
César Manuel González
Hernández tiene 19 años y es de Huamantla, Tlaxcala. Es
desestructurado, travieso, arriesgado. Sus compañeros recuerdan que en algún
operativo para conseguir alimentos,
lograron interceptar a una camioneta cargada con productos. Fue César el que se
animó a sentarse al volante y trasladarla hasta lugar seguro.
Christian Alfonso Rodríguez tiene 21 años y es de Tixtla. Cuentan sus amigos que lo han
apodado Hugo, porque tiene varias remeras con un estampado de la marca
internacional Hugo Boss, “así, de serigrafía”, dicen. Es aplicado y dedicado en
el estudio y además le gusta la danza.
Christian Tomás Colón Granica tiene 18 años y es de Tlacolula de Matamoros, en Oaxaca. Su
padre es jornalero que gana apenas unos 600 pesos mexicanos semanales, lo que
significa unos 85 dólares. A un turista se le permite ingresar al país solo si
puede demostrar que dispone de 50 dólares diarios para mantenerse durante su
estadía.
Cutberto Ortiz Ramos es de Atoyac y ronda los 20 años. Tiene un rostro duro, es
robusto y grandote y eso le ha valido que sus camaradas lo apoden El Kománder,
comparándolo con el cantante de corridos Alfredo Ríos que se ha hecho famoso
por sus canciones relacionadas con los narcos. Pero el carácter del normalista
dista mucho de su aspecto y cuentan que es bromista y sociable.
Doriam González Parral tiene 19 años y es el hermano menor de José Luis. Son de
Xalpatláhuac. Le dicen Kinder a él y al grupito de muchachos más jóvenes.
Doriam es pequeño, delgado y dicen que “se ve como un niñito”. Sus camaradas
dicen que los hermanos, primos y conocidos eran muy unidos y “andaban siempre
juntos y los secuestraron juntos”.
Emiliano Alen Gaspar de la Cruz tiene 20 años. No hay datos disponibles sobre su origen. Sus
compañeros lo apodan Pilas y dicen que es inteligente y activo. Es parte de la
camada de 20 alumnos que ingresó a primer año del Normal y hace dos meses se
sumó voluntariamente a la agrupación Casa Activa.
Everardo Rodríguez Bello tiene 21 años y es de Omeapa. Terminó su secundaria como
técnico en mecánica automotriz y sus compañeros recuerdan que se exaspera con
las desigualdades. Sus amigos le dicen Shaggy, porque aseguran que se parece al
personaje de Scooby Doo.
Felipe Arnulfo Rosa tiene 20 años y es de Rancho Papa, en el municipio de Ayuta.
Su padre ya es anciano, es indígena,
habla el castellano con dificultad y para dar señales que permitan
identificarlo cuenta que Felipe, cuando era niño, se cayó y tiene una cicatriz
en la nuca.
Giovanni Galindo Guerrero tiene 20 años y le dicen Espáider, por su particular forma
de correr que, según cuentan sus compañeros, les hace recordar al personaje del
Hombre Araña. Es delgado, de carácter tranquilo y no se ha fijado en las
publicaciones disponibles sobre su origen.
Israel Caballero Sánchez viene de la comunidad indígena de Atliaca. Tiene
19 años y es más bien parco. En el Normal lo apodaron Aguirrito, porque tiene
unos kilos de más y lo comparan con el gobernador de Guerrero, Ángel Heladio
Aguirre Rivero. Eso le molesta, pero acepta la tradición de los apodos. Su foto
es a color. Son las únicas dos, junto con la de su compañero desaparecido
Bernardo Flores Alcaraz.
Israel Jacinto Lugardo tiene 19 años y es de Atoyac. Sus amigos le dicen Chukyto.
Su madre lo describe como “medio robusto y tiene una cicatriz en la cabeza,
porque se cayó en la escuela. Es de piel morena y tiene la nariz medio chata”.
La mujer cuenta que su hijo “vino a la Normal a estudiar, con mucha ilusión”.
Jesús Jovany Rodríguez Tlatempa es de Tixtla y tiene 21 años. Le dicen el Churro. Es el
mayor de cuatro hermanos y el único apoyo de su madre. A pesar de su edad, ha
cumplido en rol de padre con una sobrinita, hija de una hermana menor. Una
prima dijo que tiene un fuerte compromiso social y profunda vocación por la
enseñanza.
Jhosivani Guerrero de la Cruz tiene 20 años y es de Omeapa, en Tixtla. Le dicen el
Coreano, por sus ojos rasgados. Viene de una familia campesina y extremadamente
humilde, como la mayoría. En él se destacaba su vocación por la enseñanza, ya
que decía que quería que toda la gente de su zona pudiera tener acceso a la
educación.
Jonás Trujillo González es de la zona del Ticuí, en la región de Costa Grande, en el
municipio Atoyac de Álvarez. Jonás está
en primer año y su hermano Benito en segundo. Por eso a él le dicen Beny. Para
sus compañeros ellos son Los Benis. A pesar de ser el menor, es más alto y
robusto que su hermano.
Jorge Álvarez Nava tiene 19 años y es del municipio de Juan R. Escudero. Es uno
de los pocos que fue retratado en la foto de saco y corbata y eso refleja en
parte su carácter. “Es muy sensible, tranquilo, paciente, jamás dice groserías”,
cuentan sus compañeros. Como seña particular, sus padres indican que tiene una
cicatriz cerca del ojo derecho.
Jorge Aníbal Cruz Mendoza tiene 19 años, es del grupo de los más jóvenes, al que los
normalistas les dicen Kínder. Le llaman Chivo, apodo que trajo de su pueblo,
Xalpatláhuac. Cuentan que es tranquilo, más bien reservado y que no causa
conflictos.
Jorge Luis González Parral tiene 21 años, es primo de Marcial y hermano mayor de
Doriam. Trabajaba en taquerías antes de entrar al Normal y tocaba música con su
familia, parientes y amigos que también están en Ayotzinapa. Le dicen Charra y
“le gusta el desmadre (la fiesta)” cuentan sus compañeros.
José Ángel Campos Cantor es de Tixtla y con sus 33 años es el mayor de los
normalistas desaparecidos. A pesar de de la diferencia de edad, casi 14 años
más que la mayoría, dicen que estaba totalmente integrado a sus compañeros y
que su madurez no le impedía sumarse a todas las actividades.
José Ángel Navarrete González tiene 18 años y le dicen Pepe. No hay muchos datos de él.
Sus compañeros cuentan que su pasión es el fútbol y que es muy bueno en ello.
Eso le ha granjeado la simpatía de la mayoría. “Nosotros no fuimos a ver a Peña
Nieto para pedirle limosna. Fuimos porque es su deber que se haga justicia”,
dijo Emiliano, su padre.
José Eduardo Bartolo Tlatempa tiene 17 años y es uno de los más chicos del grupo de 43
estudiantes desaparecidos. Es de Tixtla y está en el primer año de la Normal.
Su padre es albañil y ahora está desempleado, “pero lo importante ahorita es el
rapto de nuestros muchachos “, dice.
José Luis Luna Torres es de Amilzingo, Morelos. Tiene 20 años y sus compañeros lo
bautizaron como Pato. Dicen que tiene una forma de andar muy particular, pero
ese apodo se lo pusieron especialmente por su tono de voz, que les hace
recordar al personaje de Disney. Es callado, tímido.
Jorge Antonio Tizapa Legideño tiene 20 años y es de Tixtla. Su madre indica que “tiene un
hoyito en su mejilla izquierda”. Supo ser más robusto antes de ingresar a la
Normal de Ayotzinapa, pero ahora estaba bastante más delgado por la poca
alimentación que padecen los alumnos.
Julio César López Patolzin tiene 25 años y viene de Tixtla. Es uno de los mayores del
grupo que sus camaradas lo califican como un joven tímido, de poco hablar y
apenas conversa con algunos que ha elegido como sus amigos más cercanos. Pese a
eso cuentan que es amable y agradable.
Leonel Castro Abarca tiene 20 años y es del pueblo de El Magueyito, en el
municipio de Tecuanapa. No tiene apodo. Sus amigos dicen que es un muchacho
serio y que cierta vez les confesó que quiere ser maestro “porque su padre es
campesino y el quiere ayudarlos y darles una mejor vida”.
Luis Ángel Abarca Castillo tiene 20 años y es de la región de Costa Chica, San Antonio,
en el municipio de Cuautepec. Lo recuerdan como un muchacho muy solidario y
amigable, muy reservado. Sin embargo era uno de los que tenía un discurso
ideológico fuerte y seguro, después de integrar el grupo de Casa Activa, donde
militan lo normalistas más comprometidos.
Luis Ángel Francisco Arzola tiene 20 años. No figuran datos sobre su lugar de origen,
pero sus compañeros si recuerdan que llegó al Normal con el apodo de
Cochilandia. Es serio, parco y lo definen como “muy trabajador”. Sus camaradas
dicen que “no vamos a parar hasta encontrarlo”.
Magdaleno Rubén Lauro Villegas tiene 19 años y viene de La Montaña. Lo definen como
tranquilo y noble. Además cuentan de él que su sueño es convertirse en maestro bilingüe
y poder alfabetizar así a la comunidad de dónde viene y que puedan usar el
español para desenvolverse mejor.
Marcial Pablo Baranda tiene 20 años y es de Costa Chica. Es primo de otros dos
normalistas desaparecidos, Jorge Luis
González Parral y Doriam González Parral, con los que integraba un grupito de
música tropical y en el que tocaba la trompeta. Habla español y una lengua
indígena y pretendía usar esa cualidad para enseñar en los dos idiomas.
Marco Antonio Gómez Molina tiene 20 años y es de Tixtla. Lo apodan Tuntún, quizás porque
ama el rock y toca algún instrumento. Un compañero cuenta que “no tiene padre y
su madre es muy humilde y trabajadora” y define a Marco como “muy alegre y que
siempre hace reír”.
Martín Getsemany Sánchez García tiene 20 años y es de Zumpango. Es el quinto de ocho
hermanos y sus familiares cuentan de él que es un amante del fútbol y es hincha
de Cruz Azul. Lo definen como un muchacho con inquietud por progresar y eso fue
lo que lo impulsó a entrar al Normal.
Mauricio Ortega Valerio tiene 18 años y es de un pueblito perdido de La Montaña. Le dicen
Espinosa, porque aseguran que les hace acordar a Espinosa Paz un cantautor
mexicano de música norteña. “Él quiere ser maestro bilingüe y es un chavo
tranquilo, que se lleva bien con todos”.
Miguel Ángel Hernández Martínez tiene 27 años y no recuerdan bien su origen. Un bajo y
robusto y le dicen Botita, ya que tiene un hermano mayor que también está en el
Normal y al que le dicen Bota. Lo definen como muy solidario con sus compañeros
y que siempre está dispuesto a ayudar en lo que pueda.
Miguel Ángel Mendoza Zacarías tiene 23 años y es del pueblo de Apango, en Mártir de
Cuilapa. Allí, antes de entrar al Normal, cortaba el pelo en un local sencillo.
Es uno de los mayores en edad de los que ingresaron a primer año. Empezó a
estudiar de grande, porque antes prefirió aportar a la economía familia, ya que
era el único hermano que quedaba en la casa.
Saúl Bruno García tiene 18 años y es de Tecuanapa, donde vive su familia
campesina. Pertenece a lo que llaman en el Normal, La Casa Activista. Es de
hacer bromas y su madre recuerda que perdió el dedo anular de la mano izquierda
cuando era niño y que el dedo medio “le quedó chuequito”.
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